Antes de ingresar a la escuela, a los niños/as les encantan los libros, hojearlos y escuchar los cuentos que les leen los adultos. Están entusiasmados con la idea de encontrarse con experiencias de lectura y escritura que serán para ellos una significativa y placentera afición. Sin embargo, este entusiasmo decae cuando se encuentran con situaciones en donde no prima el sentido y la función del texto, sino en su forma y estructura gramatical. Su imaginación y su pensamiento creativo se restringen, y sólo interesa que el niño aprenda las letras.
De acuerdo a lo anterior, a partir de investigaciones[1] y encuestas realizadas por instituciones como Fundalectura, CERLALC y la Cámara Colombiana del Libro, se han dado a conocer las grandes carencias lectoras en Colombia. Las respuestas “No me gustan”, “No los entiendo”, “Prefiero gastar el tiempo libre oyendo música o viendo televisión”, son recurrentes en los estudiantes en cuanto al contacto con los libros.
De acuerdo con lo anterior, Genevieve Patte plantea que esta situación radica y se origina principalmente en la familia y luego en la escuela, algunos padres de familia y maestros suelen interesarse, en una inmensa mayoría, por el aprendizaje de lo que podríamos llamar la mecánica de los procesos de lectura y escritura, donde “el niño, conoce pues, a
No es de extrañar que tantas dificultades desanimen al niño/a. “Rechaza la lectura por las dificultades que encierra para él, y porque no encuentra quien le ayude y anime a superarlas. Es cierto que los deberes escolares le obligarán a aceptar la forzada compañía de los libros de texto, pero durante sus ratos de descanso, en los que libremente puede elegir sus propias diversiones, parece ignorar la existencia de libros de imaginación. Nadie le ha dicho cuánta riqueza encontraría en su lectura, sólo al precio de un pequeño esfuerzo inicial.”[3]
Pasa entonces el tiempo, y el niño que ya se convierte en adolescente, y quien hace mucho tiempo ha superado por completo las dificultades mecánicas del proceso de la lectura, sigue de espaldas al mundo de los libros, negándose a sí mismo una fuente inagotable de goce y de cultura. Mantiene su despego simplemente por el recuerdo de esa dificultad primera, ya que, una vez superada, no ha vuelto a plantearse el tema de la lectura como diversión. No es de negar que esta situación algunas veces cause impacto y preocupaciones en los ámbitos docentes. Con una gran voluntad, en algunas escuelas se ha querido poner remedio al problema, pero las “soluciones” o métodos que se manejan suelen ser poco motivantes para los niños, lo que se convierte en un nuevo problema respecto a este ámbito. Se observa que aún en la práctica se conservan las técnicas, las estrategias y actividades pedagógicas derivadas de los métodos tradicionales, centrando la lectura y escritura en la decodificación y codificación de sonidos, descuidando sus aspectos comprensivos y comunicativos, y lo más lamentable, ignorando su sentido y su función social y cultural; esto con el agravante de que se desconoce que el niño está en contacto con el lenguaje desde mucho antes de ingresar a la educación formal y que llega lleno de expectativas y de ganas de aprender, a una escuela que en primer lugar no tiene en cuenta su experiencia de vida, y en segundo lugar, presenta el lenguaje en partes sin sentido, organizadas en un orden impuesto por el adulto. Los niños deberían leer y escribir para ellos mismos, por gusto, para satisfacer una necesidad personal de información o para poner en acción su imaginación, no como una tarea impuesta por un adulto.
Por lo mismo, surge entonces el rechazo o las dificultades ante la escritura y a la lectura ya que ambos procesos –lectura y escritura- se complementan propiciando el desarrollo espontáneo y desinhibido de la expresión. Si el sitio que debiera fomentar el desarrollo máximo de todas estas capacidades es la escuela, en alguna parte la labor docente está fallando porque los resultados están a la vista: cada vez es menor la creatividad y más pobre el bagaje cultural e idiomático; también es menor el entusiasmo y apertura de los educadores para servirse de estrategias novedosas que optimizarían esta comunicación.
A partir de lo anterior se encuentra que al quedar omitida la acción de la familia y dificultada la del maestro por diversas causas, se hace preciso buscar una solución, diseñar estrategias y propuestas que promuevan el acercamiento del niño a la lectura y por ende, que se interese por la escritura creativa.
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[1] Estas investigaciones son descritas por el Centro Regional para el fomento del libro en América Latina y el Caribe. (Consultadas el 4 de marzo de 2008).Disponible en Internet: < http://www.cerlalc.org/Escuela/experiencias>
[2] PATTE, Genevieve. Si nos dejaran leer. Los niños y las bibliotecas. Bogotá: Edit. CERLALC, 1984. p.23
[3] Ibíd. p.25
[1] Estas investigaciones son descritas por el Centro Regional para el fomento del libro en América Latina y el Caribe. (Consultadas el 4 de marzo de 2008).Disponible en Internet: < http://www.cerlalc.org/Escuela/experiencias>
[2] PATTE, Genevieve. Si nos dejaran leer. Los niños y las bibliotecas. Bogotá: Edit. CERLALC, 1984. p.23
[3] Ibíd. p.25
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